Hola a tod@s:
Ya estoy aquí, siento la tardanza pero el fin del veraneo me
ha regalado una depre post vacacional. A
mí, que creí que eso no existía, que era imposible, me ha tocado; claro que si
os digo que el escenario de mis desayunos paso de un mar a un patio de luces y
un tendal, a ver quién no se mete en la
cama unos días a soñar que le toca la loto y el mar vuelve o a llorar porque no
hay nada que lo remedie.
Pero ahora ya recuperada y el tendal y patio como grandes
amigos he pensado que no seré yo quien os cuente como han sido estas estupendas
vacaciones. Hoy los protagonistas son ellos, esos diminutos personajes que
durante semanas abandonan horarios, pautas y siestas para vivir reencuentros,
aventuras y picarescas.
Me ha dado por pensar mientras me como este helado todo lo
que hemos aprendido desde nuestra llegada a Salinas. Que días tan geniales, que
de historias…
Somos la pandilla de Los Cachorros, nombre dado por nuestros
SP (Super Papás), dicen las mamás que unos más que otros y ellos replican en la
distancia para que no les oigan, que manía tienen de creer que no tenemos
oídos.
5 chicas :Carmen, Lucía, Alejandra, Marta y Laina.
5 chicos :
Gonzalo, Jaime, Luis, Miguel y yo.
Estamos separados durante 340 días al año así que podéis
imaginar la cantidad de cosas que queremos vivir juntos en 3 semanas.
Desayuno con Miguel, mi primo. El, bibe y galletas que le
encantan y yo leche y pan con mantequilla.
Todas las mañanas nos vamos a la playa. Jaime y SP Ivi son los primeros
en montar el tenderete.
El agua en lancha o a carreras nos encanta; a veces todos juntos, con la
canción de La escuela de muñecos y el
baile que aprendimos a modo de robots
y otras separados, en competición, a ver quién es el que mejor hace
patada a la ola y corre despavorido antes de que le alcance
o mete la cabeza en la orilla para conseguir el peinado más
original.
Cuando las energías empiezan a caer tenemos bastantes opciones en la
arena; nos convertimos en arquitectos y constructores de grandes castillos o de
pequeñas torres según sea la ayuda y la inquietud
o jugamos a ser nuestros padres
y es ahí cuando comienzan
los problemas, porque no es por nada, pero que manía tienen de restringir la
cantidad de juguetes a llevar con eso de que vamos como gitanos y no entra nada más, si nos hicieran caso
entenderían que con una sillita hay conflicto pero si la cantidad aumenta a 10
todos tendríamos la distinta a la nuestra y no habría discusión, pero claro,
con nuestro lenguaje es difícil hacerles entender en un tiempo récor que aunque
ellos manden nosotros tenemos la razón.
El Callejón es nuestra gran
escuela de supervivencia allí hemos aprendido, que la pedicura no es solo cosa
de chicas,
que gracias a los piropos de Gonza a María Azcona y su gran
habilidad con los libros de pegatinas todos nos hemos convertido en grandes
expertos,
que si un patinete cae en tus manos no hay que perder tiempo, pues
pasaran solo unos minutos antes de que desaparezca,
y que si el cansancio asoma no será por sillas el coger aire
y descansar.
Por lo general a las
10 como cenicienta todos nos retiramos, pero hay días más marchosos en los que
los papis cambian las cerves por unas
sidrinas y nos llevan de merendero a
cenar criollo, tortilla y patatinas
bravas. Esa tarde nos convertimos en exploradores e investigamos la fauna
asturiana, hacemos acopio de caracoles, palos…observamos los movimientos del
pato vecino y compartimos con el nuestros manjares..
Claro que barbacoas tampoco han faltado, aquellas en la que
el más sucio recibía un premio y dormir la siesta era un pecado.
Y el parque?, pues también, era ese momento de vuelta a la realidad,
el que anunciaba que la rutina del invierno no se olvida….
Que rápido pasan las cosas buenas, ya en casa ando tristón,
creo que como mamá.
No olvidaremos este verano en el que nos hemos hecho un poco
más mayores, más gamberros y más amigos…
Papis gracias por un año más. Los Cachorros.