Hace cinco años celebraba su primer día del padre con el mejor de los regalos, su HIJO.
Comenzaba una carrera en la que no sabía la distancia, ni la meta, ni la marca. Lo único que tenía claro es que se dejaría el alma.
Aprendió a no querer llegar el primero, a no ser el mejor, aprendió a llevar un ritmo y ser paciente. Pasa etapas, se hace fuerte, flojea, pero nunca se rinde porque tiene a su lado lo que más quiere. Hoy la carrera continúa y los obstaculos aparecen, pero es un gran corredor, somos un equipo y siempre estaremos juntos.
El quinto año de los gemelos que tanto espera.
Una fabrica de ideas y cosas chulas. Una visita obligada en escapadas a Madrid y Barcelona.
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